miércoles, 10 de mayo de 2017

Sevillanas a caballo Zalaura-Pedro Morillo,Sevillano-Manuel Morillo Exhi...



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EL CABALLO Y EL VINO

Los  grandes  en la  antigüedad, eran  los  jinetes;  sus  triunfos eran a caballo, y la celebración de aquellos era con vino.

Casi todas las culturas que  conocemos  tienen  en  su base el vino, como elemento eufórico de celebración, y el caballo, incansable y gratuita ayuda para el hombre.  

América, no se hizo grande hasta que no llegó la cultura del caballo a esas tierras ¡Bien aprendieron luego a apreciar el vino, el caballo y la unión entre ambos!
 
 “El becerro de oro”, “la serpiente maldita”, “el lobo asesino”… forman parte de la historia, pero en ella nunca aparece el caballo como animal malvado y las acciones positivas van acompañadas de los triunfos de sus dueños, con la correspondiente celebración. Nunca falta el vino.

Los dioses en el Olimpo compartían mesa y mantel con el caballo alado Pegaso mientras consumían el licor mítico: la ambrosía.

Recordemos al mítico Heliogábalo, uno de los magníficos de la antigüedad en cuyos establos no faltaban caballos, ni en sus banquetes los vinos más exquisitos.

Baco, Dios del vino, es uno de los más estimados por el pueblo. Habríamos de citar que se habla de “borrachera divina” (Las Bacantes) etc., pero la base es el vino.

Pero todo en su justa medida, no es bueno abusar ni del vino, ni de la nobleza del caballo, que, aunque noble, por la fuerza, siempre será más poderoso que el hombre. Buen ejemplo de ello, remontándonos a la historia,  es la guerra de Troya. En el caballo de Troya se introducen vino y viandas para soportar la larga jornada. Ulises y los suyos, frugales, en número inferior, vencen a los troyanos, que la noche anterior se excedieron en la bebida. Quede ello como ejemplo;  en la vida siempre vencerá quien mantenga la cabeza más fría, y sepa mantener la compostura que la ocasión demande.


Los paraísos míticos (el Walhalla, el Paraíso musulmán, etc) ofrecen hermosas 
mujeres, caballos (la cabalgata de las Walkiria, etc ) y, ¡cómo no!... sus bebidas espirituosas.

En los Juegos Olímpicos, los dirigentes intentaron, en vano, que los espectadores abarrotaran hasta el exceso los espectáculos ecuestres. Programaban incluso las competiciones femeninas a la misma hora, con mujeres compitiendo desnudas. ¡Ni así! Los  asistentes preferían los caballos en el estadio y su vino en las gradas a cualquier otra cosa.

Los romanos bebían el vino mezclado con agua, puede que para evitar, como  buenos équites, el montar en malas condiciones.  

Noé sella la reconciliación de Dios con el hombre (¡cuidado con pasarse en la  ingesta!) tras pasar cuarenta días y cuarenta noches dentro del “caballo de madera” (el Arca de Noé). Gracias a ello se conservaron las especies animales incluido, como es natural, el caballo, animal que siempre ha estado tan unido al  hombre.

Saboreaba Hércules el magnífico vino de un barril que guardaban celosamente los centauros (¡nuevamente la pareja vino / caballo!). Éstos, al olor del elixir, acuden a matarlo y, es Hércules, quien acaba con ellos a flechazos. Pero uno, Neso, engaña a
Deyanira haciéndole creer, que si empapaba la túnica con la sangre del centauro moribundo, se volvería un filtro de amor. Ella lo hace así sin saber que esa vestimenta sería la muerte de Hércules. La orgía alcohólica, el exceso del vino, la reyerta improcedente van a producir la muerte del héroe. ¡Cuidado con los excesos! 

Conocida es la cita bíblica de las Bodas de Canaan, donde el redentor transformó el agua de aquellas tinajas en vino como sugerencia de su madre, la Virgen María, para cumplimentar a aquel familiar apurado ante la falta de tan apreciado caldo.

Digno de mención es el pasaje del Quijote, dónde Sancho alaba al vino, en las famosas bodas de Camacho, diciendo: “hi de pu…, y que bueno está el vino”. Reconvenido por el Hidalgo, el escudero defiende que su tono es laudatorio.

Cuenta el Duque de Rivas en La batalla de Pavía que la derrota de Francisco I de Francia se gesta cuando es derribado del caballo. Se vio perdido. El arcabucero que le mata el caballo, ante la propuesta del rey de que lo deje huir ofreciéndole grandes riquezas, le enseña la bala de oro que tenía preparada para matarlo y que nunca usó.

Cuenta una fábula de Samaniego, que le decía una ardilla a un caballo: “ yo soy viva / soy activa / me meneo, me paseo / no me estoy quieta jamás” / y el caballo le responde: “¿Tantas idas y venidas son de alguna utilidad? ¿Sabría este caballo, que el secreto de un gran vino es el reposo?

Al caballo y al vino se debe la aparición de un fenómeno tan importante como la tapa. En las tabernas antiguas con grandes patios, se bebía el vino a caballo.  En los naturales movimientos y revuelos de los animales, para evitar que el polvo que se levantaba se introdujese en el interior del vaso de vino, se le solía colocar encima una tapadera. Esta tapadera, se fue sustituyendo por un trozo de jamón, pan o queso, lo que derivó al rico aperitivo que hoy conocemos: “las tapas”.

Vino, sentimiento, guitarra y poesía…, pero…¿qué eran estos ingredientes sin el  caballo?. Letras como éstas, a lomos de briosas jacas, aún entona el sabio  viento de Sierra Morena, entre tomillo y jara, entre zarzales  y madroños: 

“Dice José María: que no va preso
                  mientras su jaca torda tenga pescuezo…,”

y aquella de Tragabuches, componente de la banda Los siete niños de Écija, herido por la infidelidad de su esposa, que a lomos de su caballo cantaba con aire de serranas:

“Fue causa de una mujer,
la de mi perdición primera.
No hay perdición de los hombres
que de mujeres no venga”

El vino, el caballo, la fiesta se da en todo el mundo, pero no cabe la menor duda que es quintaesencia en Andalucía.

El amor al caballo y a la mujer, son fuentes de inspiración, pero indudablemente el vino es el acicate que hace nacer la flor.

De eso sabía mucho nuestro primer Califa del Toreo “Lagartijo el Grande”, de quién cuentan que, estando de copas, hasta se olvidaba de que había seis toros, de los de entonces, encerrados para él. Cuando se lo recordaban, respondía: - ¡Bueno…, luego mato doce! -. Por eso era “El Grande”, y como todos los grandes,
también lo era de corazón; lo demuestra esta respuesta, cuando alguien le interpeló la pregunta – Rafael.. ¿quién es mejor torero: usted o Frascuelo?-. El Califa, con gran respeto a su amigo, respondió: - Hombre… yo no sé, pero a mí me llaman “el maestro” –

No hubo otro más generoso que él. En aquellos tiempos difíciles, le tenía dicho a su dama de llaves, la conocida “Mejorana”, que nunca faltase un gran caldero de potaje caliente, en el portal de su casa, para que todo el que lo necesitase, pudiera acercarse a llenarse un plato, o los que hicieran falta para su familia. ¡Qué tiempos tan diferentes! Por eso, el Bachiller González de Rivera llamó, a él y a los de su época: “Toreros del Romanticismo”. Algo que tanto se echa de menos hoy, éste tiempo que vivimos tan falto de valores.

Y es que “Lagartijo el Grande” era tan generoso, que sus allegados y amigos, seriamente, le tuvieron que decir – Rafael: guarda algo para tu retiro, que no tengas que pasar necesidades-

Las letras flamencas son reflejo de una manera de ser. Son pequeños tratados de filosofía de una tierra sabia, que sabe apreciar las bellezas que ofrece la vida, y de la que, en contra de la opinión de muchos, hay mucho que aprender.”Para muestra: un botón”:


El vino da libertad
“pa” decir lo que se siente;
en cambio, el que fresco está,
se reserva de la gente
por no decir la verdad”



No he hecho más que llegar.
De San Benito he “venio”.
Échale un pienso al caballo,
que me quiero emborrachar
por una mujer que amo.

Déjame que beba vino;
no me digas que no beba,
que puede ser que algún día,
quiera beberlo y no pueda,
porque me falte alegría.

Dice la gente que vivo,
en constante borrachera.
Si supieran los motivos,
aquellos que me critican,
se emborracharían conmigo.

Que quiero comprar una jaca;
“mare”, déme “usté” el dinero.
“Pa” meterme a bandolero,
con manta, trabuco y faca,
por una mujer que quiero.

“La taberna es como el palacio del andaluz, y el vino su tesoro… como una devoción. La tertulia es una terapia, que nos evade, nos desconecta de los problemas cotidianos, y nos ayuda a sobre llevarlos día a día”.

Omar Khayyan “Rubaiyat” decía: - Bébete un vaso de vino mirando a la luna, porque tal vez mañana ella te busque en vano –

                                                                  Domingo Echevarría
                         
PREGÓN TAURINO DE CÓRDOBA 2017




Con el Salón Liceo del Real Círculo de la Amistad como escenario, e igual que se viene haciendo desde hace ya 28 años, se celebró la noche del pasado día 8 de mayo 2017, el Pregón Taurino de Córdoba. Éste año, como no podía ser de otra manera, dedicado a la figura del IV Califa del toreo, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, con motivo del Primer Centenario de su Nacimiento (1917-2017). 
Córdoba, deudora por muchos conceptos con este torero irrepetible, a quien Ricardo García “K-Hito” bautizó con el sobre apodo de “Monstruo” para la historia de la tauromaquia, se volcó completamente. El inmenso Salón Liceo de aquella Real Casa puso el “NO HAY BILLETES”. El atractivo cartel que rememoraba la histórica corrida Pro-monumento, celebrada en 1951, fue el efecto llamada para la categoría del evento, que tanto emocionalmente como en su organización, resultó cumbre.
Casi una hora antes, ya se mascaba el ambiente en las dependencias de aquella casa cordobesa, solariega, de belleza sin igual, y que tanta historia alberga de una ciudad tan taurina por los cuatro costados. 


El bello de punta se nos puso a todos los presentes, cuando al son del pasodoble dedicado por Orozco y Ramos al maestro, e interpretado por la Agrupación Musical “Cristo del Amor”, titular de la Plaza de Toros de “Los Califas”, hicieron el despeje a modo de paseíllo, los once toreros que tomaron parte en el evento, camino hacia el escenario: José María Montilla, decano de los toreros cordobeses, Manuel García “Palmeño”, que incluso con un brazo en cabestrillo, debido a una caída días antes, quiso estar presente en el mismo; Gabriel de la Haba “Zurito”, Manuel Cano “El Pireo”, Agustín Castellanos “El Puri”, Fernando Tortosa, Agustín Parra “Parrita”, Juan Antonio Cobos “El Garbanzo”, Fermín Vioque, Rafael J.

González “Chiquilín” y Enrique Reyes Mendoza. Fueron acompañados por Federico Roca, presidente de aquella ilustre casa; José María Portillo Fabra, presidente de la Tertulia Taurina “El Castoreño”, organizadora del acto; Manuel Vázquez, hijo de Pepe Luis Vázquez, el gran torero sevillano, compañero tantas tardes de “Manolete”, y Juan Lamarca, ex presidente de la Plaza de Toros de “Las Ventas” de Madrid, que tras dedicar unas emocionantes palabras de recuerdo a la memoria de “Manolete”, fue dando paso a la intervención de los toreros, tras elogiar cariñosamente a todos ellos, no sin antes dedicarnos las palabras que el maestro Julio Aparicio, le había pedido nos transmitiese, dado que no pudo asistir – quedo con la espina de mi deber y mi deseo de estar en Córdoba, a pesar de que sé que iba a llorar mucho hablándoles de “Manolete” -
La bienvenida la dio Federico Roca, presidente de aquel Real Círculo, a quien siguió el presidente de la tertulia anfitriona José María portillo Fabra, quien expuso que, la idea del acto se había basado en aquel cartel monstruo de 1951. Mientras en una pantalla se exponían como recuerdo, las fotos de los diestros que intervinieron aquella tarde, habló de ellos y, finalmente, con la silueta de la efigie en bronce que culmina el monumento a “Manolete” frente a la iglesia cordobesa de Santa Marina, recitó el poema “Hasta en bronce tiene algo” de Domingo Echevarría, autor también de los cantes, dedicados a “Manolete” que seguidamente interpretó el maestro Juan Antonio Cobos, que además de sus ya conocidas cualidades de gran torero, cuando se apodaba “Garbancito”, demostró, junto a la guitarra de Gabriel Serván, que también es un gran cantaor.

La intervención de los diestros fue altamente emocionante, pues todos ellos estaban visiblemente emocionados, y transmitieron sus sentimientos al auditorio. Uno a uno fue dedicando sus palabras de admiración y respeto a quien, como se dedujo de sus
palabras, fue espejo donde se miraron, sigue y seguirá siendo espejo de todo el que se enfunde un traje de luces. 
El destino quiso, que el número de toreros que intervinieron fuese el mismo que en el citado magno festival pro-monumento, idea del  crítico taurino "José Luis de Córdoba", y que contó con la ayuda de Carlos Arruza. 
El acto, definitivamente, no fue un Pregón más de los XXVII tan excelentes  ofrecidos ya por la Tertulia “El Castoreño”, ha sido un Pregón Monstruo, como ya apuntaba el cartel anunciador, y el que, indudablemente, merecía “Manolete”.
¡Enhorabuena a todos!

Domingo Echevarria
Fotos: José Luis Cuevas